viernes, 2 de agosto de 2013

Imágenes turísticas en blanco y negro: Verano de 1977 y 1978 en Benidorm. 



Dentro de la serie de entradas dedicadas a los primeros años del turismo de Benidorm hoy incluyo el escrito que un amable lector envió. En él rememora los veranos de 1977 y 1978 y evoca, a través de sus recuerdos de niño, elementos turísticos ya desaparecidos: camping "El Hortet", cines de verano, circo acuático, rodaje de una película... 

Las fotografías que acompaña ya no son en blanco y negro sino en color. Un color que en aquella época resultaba impactante pero que hoy día nos parece de una calidad deficiente. Es todo un símbolo. En esos años la ciudad ya era una ciudad turística consolidada, capaz de fascinar a muchos visitantes, entre ellos a Yabal Morán, el lector que envía el artículo que a continuación presento. Pero Benidorm no se paró ahí y las transformaciones y el crecimiento de la ciudad turística han continuado sin cesar hasta el momento actual. 

Un presente, por cierto, que muchos ya no ven tan fascinante como en otras épocas… Del mismo modo que somos más exigentes con el color de las fotografías, también los turistas son hoy mucho más exigentes con la calidad de los servicios turísticos. 
La limpieza y el buen estado de las calles, el mobiliario urbano en condiciones, aparcamientos más abundantes, la seguridad de los visitantes, una oferta cultural que complemente el sol y playa, etc, son algunos de los elementos que se deben mejorar en la actual ciudad turística para seguir manteniendo su atractivo. 
El ejemplo de Yabal Morán nos demuestra que el buen recuerdo de la estancia en un destino turístico también vende, ya que hace retornar al turista. De ahí que sea tan importante conservar el atractivo de Benidorm...



Folleto del año 1968 informando que  el camping “El Hortet”, situado en la Avenida de Europa, era uno de los cinco que existían en la ciudad. 



Según  informaban Belén Richarte Salazar y Francisco Bou Llambrich, los propietarios del camping "El Hortet" que cita el autor, fueron primero José Meseguer Ródenas y después Victoria Meseguer. Se transformó en el edificio y Centro Comercial Europa a principios de la década de 1980. El encargado del camping, de cuyo carácter afable se hace eco Yabal Morán, era Fernando García, conocido popularmente en Benidorm como “El Nano”. Continuó como encargado del nuevo edificio tras la desaparición del camping. Es recordado por haber contribuido a la creación y organización de la fiesta de “Les Fogueres” durante muchos años. En compañía del pintor Ribes Sogorb diseñó y construyó algunos de los monumentos que se queman en la noche de San Juan. En aquellos primeros momentos se hicieron reproducciones de la Isla de Benidorm, de la fuente de los Chorros de Polop, de la calle Apolo XI, etc.  Algunos de ellos se construyeron en dicho camping, siendo el último el que representaba a la calle Apolo XI, ya que posteriormente se cerró.




Camping "El Hortet": construcción del monumento de Les Fogueres que representa la popular Fuente de los Chorros de Polop. Fotografía del album de Francisco Bou.


Construcción del monumento que representaba a la calle Apolo XI. El camping ya se había cerrado y se hizo en el edificio del Centro Comercial La Noria, entonces en construcción. Fotografía del album de Francisco Bou.


Dice Yabal que nadie se acuerda del rodaje de “Trampa sexual” que él interrumpió. Puedo hacer constar que en la tertulia de los Cafés del Meliá sí que se ha hablado del rodaje de ese film y de las peripecias de los protagonistas, mucho más interesantes que la propia película.

También es digno de destacar que esas familias asturianas no hubiesen notado la sequía de 1978. No les llamó la atención que la piscina del camping estuviese vacía, todo un síntoma de ese problema y que tal vez atribuyesen a otras causas. El nivel de exigencia de aquellos turistas era menor: hoy día no habrían soportado que la piscina no estuviese en condiciones, sobre todo teniendo en cuenta que se publicitaba en su logotipo…
La población de Benidorm padeció escaseces durante los meses estivales de dicho año, pero los turistas no. Los empresarios demostraron en esos momentos una gran profesionalidad y las autoridades supieron tomar medidas para superar la crisis hídrica de ese año, que quedó reducida a un hecho puntual. Ojalá los actuales dirigentes de nuestra ciudad estuviesen tan preocupados por resolver los problemas de Benidorm como lo estuvieron el alcalde Rafael Meliá y sus concejales, que por cierto no cobraban ningún sueldo por desempeñar esos cargos y en varias ocasiones tuvieron que poner dinero de su bolsillo.

Finalmente, es conveniente indicar que las fotografías que vienen a continuación las envió Yabal Morán, pero el pie de las mismas es obra mía.

Francisco Amillo Alegre





Verano de 1977 y 1978 en el camping Hortet de Benidorm. 


Yabal Morán


La Semana Santa de 2013 pasé unos días en Benidorm junto a mi mujer y mi hijo. La estancia transcurrió de manera muy agradable y placentera, como es de esperar en una ciudad tan turística y animada como ésta. 

Sin embargo, para mí esos días tenían un objetivo más allá del familiar, y es que de pequeño había pasado dos veranos en la ciudad, en 1977 y 1978, en lo que entonces era un camping. Por eso, y a pesar de no tener más de cuatro o cinco años, decidí hurgar en mi mente y utilizar algunas fotos de la época para intentar encajar lo que yo recordaba con lo que actualmente hay. 



Cartel del camping Hortet. Publicita el sol, la vida en la naturaleza y el agua. Esta última era algo que en 1978 escaseaba.

Antes de salir de Cantabria, donde ahora residimos, tuve la idea de tomar unas fotos con mi teléfono a unas viejas instantáneas de entonces con la idea de cotejarlas con lo que pudiera, o no, encontrar.
Haber buscado lugares y luego hecho fotos, separadas de las originales por treinta y cinco años, me ha provocado un ataque de nostalgia y confirma lo que en su blog usted dice, que la ciudad es fascinante por su vertiginosa historia y lo lejana que entonces, y ahora, estaba de Gijón (ahora vivo en Cantabria).

Con esa posible aventura en ciernes llegamos a Benidorm, hasta que un día decidimos pasear por la playa de Poniente en sentido a Finestrat. Al final del paseo, tomé unas escaleras que suben la ladera del cabo hasta una altura suficiente como para contemplar la bahía; fui comprobando cada pocos pasos la panorámica hasta hallar el punto exacto que buscaba: el lugar donde dos tías mías y mi hermana se hicieron una foto de espaldas a la ciudad. Saqué mi cámara e hice varias fotos hasta que la antigua fuera lo más parecida a la nueva. La casualidad hizo que la posición del sol fuese la misma y las sombras de los edificios me ayudaran a encontrar mi objetivo. 


Benidorm desde el Tossal de la Cala, verano de 1977 o 1978. El camino de acceso no estaba asfaltado. Eso se hizo a partir de la construcción de la Urbanización MontBenidorm a partir de 1985

Benidorm visto desde el Tossal de la Cala en 2013.


Finalmente, tres décadas después, logré recrear  aquella foto en la que mi hermana tenía la edad que ahora tiene mi hijo, menos de tres años. No sólo había cambiado el “skyline” de la costa, sino el acceso al lugar en el que estaba, mucho más civilizado ahora, por lo que se adivinaba en la antigua imagen. Tras contemplar la panorámica durante unos minutos, bajé las escaleras y me reuní con los míos con un regusto difícil de explicar, mezcla de satisfacción y algo de aún no sabía qué.

Pero mi particular viaje en el tiempo no había hecho sino empezar, ya que lo siguiente era encontrar el lugar donde en su momento estuvo el camping Hortet, donde pasé dos agostos completos.

Ya sabía por mis padres que ese camping no existe desde hace muchos años y que en su lugar, cómo no, habían construido un edificio. Pero un empeño tonto me quería convencer de que iba a encontrar elementos que me hicieran encajar las piezas de este  extraño puzzle.


Yabal Morán y su hermana en el camping Hortet,  agosto de 1977 o 1978.

Camping Hortet. En 1978 había restricciones de agua que los turistas no notaron.

Un par de días más tarde, cuando nuestros largos paseos nos llevaron por esos derroteros, descubrí un edificio a pie de la playa de Levante. Un letrero decía “L´Estacha”. Miré hacia arriba y comprobé que su silueta podía coincidir con la que salía al fondo de una de esas viejas fotos, en la que mi abuela y mi hermana posaban sentadas sobre una mesa de piedra, por supuesto dentro del camping. 
Con esa referencia, y como un detective de tres al cuarto, empecé a buscar ese punto desde el inicio de la avenida de Europa. 
Nada más cruzar la vía,  descubrí mi primer rastro: el pasadizo de un edificio por el medio del cual discurría un estanque o fuente rectangular con chorros de agua y sobre el cual había unas losas a modo de puente; una placa indicaba que era la Torre Benidorm. De pronto me vino a la mente una imagen en la que los niños pasábamos por encima de esos puentes y que, por la noche, del agua salían chorros iluminados por focos desde el fondo, con la voz de los padres diciéndonos que tuviéramos cuidado. Muchas veces había evocado esa imagen, pero entonces no la tenía en mente, así que recrearla me descubrió que iba por el buen camino.

A los pocos metros, y después de girarme de nuevo hacia “L'Estacha”, encontré el lugar que había ocupado ese camping. En el antiguo recinto ahora había un edificio desgarbado y muchos locales en su planta baja; algunos de ellos estaban cerrados, posiblemente a causa de la crisis. Quién iba a decir que tantos años atrás, después de los meritorios avances de un país que trataba de librarse del peso de una dictadura y el atraso económico, ahora estaba en medio de una época sin duda mucho más incierta.

Di la vuelta a la manzana, explorando y tratando de encontrar más referencias, como el Europa, un cine al aire libre separado del camping por una tapia que no impedía ver imágenes de las películas que proyectaba. Traté de hacerme una foto, pero una equivalente a la que llevaba en mi teléfono fue imposible, ya que ese punto estaba edificado. A pesar de ello lo intenté.
Pero quería alguna respuesta concreta, de modo que entré en la charcutería “Raconet” y, tras comprar algunas cosas para la comida, pregunté aquello que me interesaba. El matrimonio que regentaba el negocio me atendió amablemente y, sorprendidos de los detalles que les proporcionaba, me dieron más de los que esperaba. Así, me confirmaron que la pantalla del cine se situaba justo a sus espaldas. También me hablaron de otro cine al aire libre (¿Manila?, ¿Filipinas?), un par de manzanas más allá. Y ¡zas!, otro recuerdo apagado que se enciende: allí, a ese cine de verano, me había llevado mi abuela por primera vez al cine. Y sí, claro que me acuerdo de qué película era: una de esas antiguas japonesas de bichos gigantes, muy coloridas y que a un niño como yo le fascinó aunque no siguiera el argumento, “King Kong escapa”. (Enlace al trailer de la película “King Kong Escapa”:   http://youtu.be/nuu_l24zQv4)

No sabían mucho del camping, pues era anterior a su negocio, pero sí conocían a Nano, el antiguo encargado del camping “Hortet” que era ahora conserje del edificio. Explicaron que el camping extraía agua de un pozo artesiano, lo que permitía su autoabastecimiento. Por eso actualmente el complejo comercial tiene  una enorme noria en su patio interior. 
Al día siguiente mi mujer me hizo una foto con mi hijo en el sitio más aproximado que pudimos al de la vieja imagen. La casualidad hizo que al pasar delante del estanque, un operario estuviera haciendo labores de mantenimiento. Le pregunté si podía ser que aquella fuente tuviera luces “”, me dijo  “y  siguen funcionando, y el circuito de agua es el mismo aún”. 
Me fui de allí con una sonrisa.



La abuela y la hermana de Yabal Moran en el camping "El Hortet" en 1978. Al fondo el edificio L’Estacha.


Centro Comercial La Noria en 2013 ocupando hoy el lugar del camping. Al fondo el edificio l’Estacha.

Cuando días más tarde hablé con mis padres del asunto, me confirmaron lo que había visto, que habíamos estado dos agostos completos veraneando y me hablaron también de Nano, con quien habían llegado a trabar relación y horas de tertulia, tanta que en uno de esos muchos recuerdos que tengo, él (imagino yo), me dio un montón de monedas de duro para echar en una máquina de petacos del bar.

El camping ocupaba exactamente lo que ahora es el edificio "El Centro" y los locales comerciales en cuyo patio central hay una noria enorme. En ella se alojaba, calculo, el edificio destinado a aseos y fregadero. También había una piscina, vacía y llena de rastrojos; curiosamente, y según vi en Google Earth, en ese mismo sitio el entresuelo posee otra piscina.

Entre mi familia, tíos y primos sumábamos en total trece asturianos que, como tantos, llegábamos a Benidorm buscando un sol que en el norte no estaba, ni está asegurado ni siquiera en verano.
Eran los años 70, y la ciudad vivía su esplendor turístico: la ciudad estaba rebosante de veraneantes y no era raro encontrar a conocidos de Gijón paseando por ahí. En el paseo de la playa había una especie de circo acuático al que mi abuela me llevó (sí, fue un buen verano para este niño), y por la ciudad circulaba todo el día un tipo con zancos montado en una altísima moto promocionando un circo [Se trata de Guillermo Alcaraz; Más información aquí]. No llegamos a ir al circo, pero sí fuimos a un ferial de atracciones que, por lo visto, estaba cercano a la cala de Finestrat.
En los kioskos y jugueterías había tebeos y accesorios de una película que aún no se había estrenado en España pero que venía precedida de cierta fama en América. Mi padre me compró uno de esos tebeos; en su portada se veía a un perro gigante, un tipo de blanco con una espada en la mano, una chica y un par de robots. Creo que la película tuvo bastante éxito. 
Un día salimos a la calle de enfrente a curiosear porque estaban rodando la secuencia de una película. En un momento dado, me solté de la mano y me metí dentro del plano, tirando la claqueta y haciendo repetir la escena. Por lo que mi padre cuenta, el director dijo “¡Corten, corten!” muy enfurecido, por lo que hice buena la frase de Hitchcok, “No hay que rodar con niños, ni animales, ni Charles Laughton”. Nadie recuerda esa película del “destape”, “Trampa sexual”.

Mi abuela también me llevó uno de esos días a una especie de circo acuario que, creo recordar, estaba en el paseo de la playa de levante. Se trataba de una piscina del tamaño de una pista de circo en la que unos delfines hacían acrobacias. Como en esa sesión éramos tan pocos, fui afortunado al subirme en una lancha remolcada por estos cetáceos. Tal vez sepa usted algo de esto, si fue algo itinerante o fijo, o su nombre; mi abuela lo recuerda perfectamente.

En cuanto a la sequía de 1978, me dice mi padre que no es consciente de ello, y puede que sea porque al parecer ese solar y el perteneciente a Torre Benidorm poseían pozo propio de agua, por lo que el camping podía autoabastecerse.

Admito tener buena memoria, pero tal vez todos esos recuerdos se me grabaron por un par de sucesos de esos de los que todo el mundo recuerda qué estaba haciendo ese momento. Un día, mientras subíamos a una casita que había sobre un olivo, mi hermana y yo escuchamos a mis padres hablar de un tipo muy importante y cuyo nombre, de tan famoso que es, uno conoce aunque sea muy pequeño: Elvis Presley. Había muerto el 17 de agosto de 1977. Dos días después ocurrió lo mismo con un tipo de aspecto gracioso, gafas y enorme bigote negro: Groucho Marx. 


En el camping Hortet, 1977 o 1978

Hoy día, y con treinta y pico años más y unos recuerdos cada vez más lejanos, puedo concretar que aquella sensación de no sabía muy bien qué, no fue sino un ataque de nostalgia. Comparar lugares y fotos de entonces con las de ahora fue un intento, inútil, pero intento al fin y al cabo, de aferrarme a una época sujeta a engorrosas rutinas infantiles, ajena a muchas otras preocupaciones más severas, pero que como contrapartida dejó un hermoso recuerdo de la niñez. A eso también se le llama paso del tiempo y hacerse mayor, o viejo, y supongo que añorar ese tiempo es sinónimo de infancia feliz. Que así sea, entonces.